Las tabacaleras gastan 25 millones de dólares por día en publicidad y utilizan diversas tácticas de marketing para naturalizar el consumo de sus productos y captar nuevos consumidores, especialmente jóvenes.
Las estrategias van desde la contratación de influencers para que difundan sus productos en redes sociales -sin revelar sus acuerdos comerciales con las marcas-; el patrocinio en eventos como las carreras de Fórmula Uno; la aparición en videos musicales, películas, series y otros medios populares, hasta la financiación de becas y publicaciones académicas sesgadas.
La industria tabacalera, además, encontró en los cigarrillos electrónicos una manera de reinventarse, bajo la promesa de un producto más “seguro”, con sabores dulces o frutales, diseños coloridos, sofisticados y tecnológicos, que los hacen particularmente atractivos para niños, niñas y adolescentes.
Si alguna vez usaste un vapeador, te hablaron de uno o te dio curiosidad, tenemos algo que contarte: no emiten vapor de agua, ni son inofensivos.
Si alguna vez usaste un vapeador, te hablaron de uno o te dio curiosidad, tenemos algo que contarte: no emiten vapor de agua, ni son inofensivos.
La mayoría tiene alcoholes y derivados, también saborizantes. Incluso puede contener uranio, plomo y cadmio en su composición. Se estima que solo entre el 10% y el 20% restante de los líquidos corresponde a agua. Claramente, esto se aleja mucho de la idea que tenemos del vapor, compuesto 100% de agua. Por eso, para evitar confusiones y asociaciones incorrectas, deberíamos llamarlo por su verdadero nombre: “cigarrillo electrónico” y no “vapeador”.
La mayoría tiene alcoholes y derivados, también saborizantes. Incluso puede contener uranio, plomo y cadmio en su composición. Se estima que solo entre el 10% y el 20% restante de los líquidos corresponde a agua. Claramente, esto se aleja mucho de la idea que tenemos del vapor, compuesto 100% de agua. Por eso, para evitar confusiones y asociaciones incorrectas, deberíamos llamarlo por su verdadero nombre: “cigarrillo electrónico” y no “vapeador”.
Según la Organización Mundial de la Salud, la evidencia científica es insuficiente para concluir que los cigarrillos electrónicos sean una ayuda eficaz para dejar de fumar. En realidad, aumentan las chances de caer o reincidir en el consumo de cigarrillo.
Para dejar de fumar se sugiere usar métodos tradicionales, como la psicoterapia y las terapias de reemplazo de nicotina.
Según la Organización Mundial de la Salud, la evidencia científica es insuficiente para concluir que los cigarrillos electrónicos sean una ayuda eficaz para dejar de fumar. En realidad, aumentan las chances de caer o reincidir en el consumo de cigarrillo.
Para dejar de fumar se sugiere usar métodos tradicionales, como la psicoterapia y las terapias de reemplazo de nicotina.
Además, “vapear” en ambientes cerrados hace que queden residuos de nicotina y otras sustancias en el ambiente. Es decir, aunque no vapees, te lo fumás igual.
Además, “vapear” en ambientes cerrados hace que queden residuos de nicotina y otras sustancias en el ambiente. Es decir, aunque no vapees, te lo fumás igual.
Desde hace 80 años, las tabacaleras usan poderosas estrategias de marketing para desvirtuar la evidencia científica existente, engañar a las personas y sortear las políticas de control de tabaco. Ahora repiten sin parar que los cigarrillos electrónicos son “productos de riesgo y daño reducido” y que buscan ser “actores de salud pública” para luchar contra el tabaquismo: ¡Un problema que ellas mismas generaron!. Si siempre fueron el problema, ¿por qué ahora serían parte de la solución?
No es tan así. Contienen varios de los mismos químicos presentes en los cigarrillos tradicionales. Para colmo, las tabacaleras publican estudios pagados por ellas mismas para promocionar sus productos y hacer creer que son sanos. Necesitamos más estudios sin conflictos de interés que evalúen de manera certera y confiable los efectos de su uso en nuestra salud.
Desde hace 80 años, las tabacaleras usan poderosas estrategias de marketing para desvirtuar la evidencia científica existente, engañar a las personas y sortear las políticas de control de tabaco. Ahora repiten sin parar que los cigarrillos electrónicos son “productos de riesgo y daño reducido” y que buscan ser “actores de salud pública” para luchar contra el tabaquismo: ¡Un problema que ellas mismas generaron!. Si siempre fueron el problema, ¿por qué ahora serían parte de la solución?
Evidencia científica sobre el cigarrillo electrónico