La tierra no fuma, pero sufre los impactos ambientales más graves que genera la industria tabacalera. Desde la deforestación, el uso y contaminación del agua, hasta el problema de los residuos plásticos, el tabaco perjudica de manera significativa a la crisis ambiental.
El daño que provoca el consumo de tabaco es conocido por su afectación en la salud de millones de consumidores en todo el mundo, pero la industria tabacalera también contribuye significativamente a la degradación del medio ambiente, desde el proceso de producción con el uso de recursos esenciales como el agua, la destrucción de tierra fértil, hasta la acumulación de colillas que contaminan los océanos y los residuos plásticos y químicos de los dispositivos electrónicos.
Los cigarrillos electrónicos contienen plásticos, metales pesados como el plomo y mercurio, sales de nicotina y baterías de iones de litio, elementos altamente contaminantes. Al ser desechados incorrectamente, no se biodegradan, lo que agrava su impacto en el entorno. Con el tiempo, los componentes se descomponen en microplásticos y sustancias tóxicas que terminan contaminando tanto los cuerpos de agua como la fauna que habita en estos ecosistemas.
Uno de los mayores problemas con los “vapeadores” es su eliminación. Al igual que los desechos electrónicos en general, los cigarrillos electrónicos, especialmente los desechables, contribuyen a un problema creciente. Se estima que en 2015 se vendieron en Estados Unidos más de 58 millones de dispositivos y repuestos, lo que ha incrementado los residuos de plásticos, baterías de litio y sustancias tóxicas que terminan en los vertederos.
La industria tabacalera es responsable de un ciclo destructivo que empieza con la deforestación masiva. Para el cultivo de tabaco, se requieren grandes extensiones de tierra, lo que ha provocado la tala de millones de hectáreas de bosques en regiones como América Latina, África y el sudeste asiático. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se pierden 600 millones de árboles y 200.000 hectáreas de tierra, muchas veces en países donde la inseguridad alimentaria es una preocupación constante, destinando tierras cultivables al tabaco en lugar de a la producción de alimentos. La deforestación no solo afecta la biodiversidad, sino que también deteriora el suelo, reduciendo su capacidad de ser utilizada para otros tipos de cultivos.
El uso de recursos en esta industria es alarmante. El cultivo de tabaco consume más agua, madera y pesticidas que la mayoría de los otros cultivos, lo que agrava la escasez de agua y contamina los suelos. Se estima que cada año se emplean 22 mil millones de toneladas de agua para producir tabaco. ¿Cómo puede ser que mientras enfrentamos problemas de uso doméstico del agua, la industria tabacalera siga explotando este recurso de manera indiscriminada?, ¿Hasta cuándo vamos a ignorar el impacto ambiental de este ciclo destructivo?, ¿Por qué se sigue priorizando una industria tóxica sobre la preservación de recursos esenciales para la vida?
Tenemos algo claro: si las tabacaleras fueron quienes generaron el problema del tabaquismo, no pueden ser quienes brinden la solución. Es hora de exigirles responsabilidad y frenar el impacto destructivo que generan en nuestro entorno. Mientras enfrentamos las consecuencias devastadoras del tabaco en nuestros recursos naturales, los cigarrillos electrónicos emergen como una nueva amenaza. ¿Permitiremos que estos dispositivos tecnológicos, impulsados por la misma industria, empeoren aún más la crisis ambiental que ya enfrentamos?